Por su volumen de ingresos (3.300 millones de dólares en 2010), Nvidia no podría ni remotamente compararse con Intel; pero ante el cambio de inflexión en la estrategia de Microsoft, ha sonado la hora de sacar pecho y exhibir una ambición que, en otras circunstancias, podría parecer desmedida. Está ausente por completo del mercado de procesadores para PC, pero se ha instalado en un nicho que controla, los chips gráficos, pero que ha entrado en un profundo cambio… para bien y para mal. Para bien, porque la “experiencia visual” es un fenómeno en auge; para mal, porque Intel y AMD han decidido que ese mercado también les interesa. Su respuesta: invadir el campo contrario.
La rueda de prensa en el CES de Jen-Hsun Huang, CEO de la compañía californiana, empezó como estaba previsto: hablando del nuevo chip para móviles, Tegra 2, de doble núcleo y basado en la arquitectura ARM (Cortex A-9). Huang proclamó enfáticamente el advenimiento de la era del superphone, y lo demostró con el nuevo LG Optimus 2X, cuyas prestaciones visuales no desmerecen al lado de una consola de videojuegos. Como todos los de su género – excepto el iPhone – hace uso de Flash. Se trata, obviamente, de explotar a fondo una de las variables de desarrollo del mercado, el video en alta resolución en la pantalla de un móvil de altas prestaciones. Otros dispositivos que llevan el Tegra 2 son los tablets de Motorola), Acer, Asus, Toshiba y Dell, todos ellos con el sistema operativo Android.
Obviamente, equipar los nuevos dispositivos móviles con un chip de última generación es una baza para Nvidia, justamente cuando Intel trata de sumarse a esa partida (AMD no parece interesada, de momento). Pero los asistentes esperaban que Huang dijera algo sobre los rumores que en días anteriores elevaron un 30% su acción en Wall Street. Pero no pasó de las generalidades. Del Projecto Denver, que así se llama, sólo se sabe que en lugar de integrar la GPU en la CPU – como hacen sus poderosos rivales – Nvidia busca la integración de las instrucciones de una CPU (de ARM) en su propio diseño de GPU. Aquí, el orden de los factores es importante en esta ecuación,: el objetivo es conseguir un híbrido de núcleos múltiples para atacar el mercado de PC y servidores.
Hubo un tiempo, no hace mucho, en que lo relevante en esos mercados era la velocidad del procesador, que se multiplicaba de generación en generación. El siguiente salto en la integración se produjo con la incorporación de los controladores de memoria en el procesador, hasta que en los últimos años se han añadido más y más núcleos. Pero los nuevos usos – y no sólo en el consumo, sino en casi todo ejercicio de computación – requieren más capacidad gráfica; integrar CPU con GPU equivale a suprimir la conexión entre dos procesadores, con lo que se obtienen tres resultados: mejor empaquetamiento, más aceleración y menor consumo de energía. En esa fase se encuentra la industria.
Con Microsoft y ARM trabajando juntos en el desarrollo de un nuevo Windows, a Nvidia le gustaría ser el primer beneficiario, y para ello ha firmado con ARM la licencia del futuro Cortex A-15 [lo mismo han hecho Qualcomm y TI, más discretamente]. Es obvio que para Microsoft la prioridad es contar con un sistema operativo para tablets, sin meterse en problemas con sus aliados históricos, pero puede que Nvidia consiga colarse en la carrera. Su objetivo a largo plazo es quebrar la hegemonía de x86 con un planteamiento radicalmente diferente.
Última hora: Un día después de cerrar sus puertas el CES, la situación de la industria de semiconductores ha dado dos giros inesperados pero no sorprendentes. Por un lado, Dick Meyer abandona inmediatamente su puesto de CEO de AMD. Por otro, Intel y Nvidia ponen fin al prolongado litigio que mantenían y firman un nuevo acuerdo de licencias cruzadas con seis años de vigencia a partir del próximo marzo. En virtud del acuerdo, Intel pagará 1.500 millones de dólares por la tecnología de Nvidia. La agitación es mayúscula, pero el análisis de estas noticias requiere reposo.